miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Cómo pudo amarme tanto Jesús? (2)

Así dice el Señor Rey de Israel… Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí. Isaías 44:6, 22


«La felicidad de mi amigo me confundía. Tenía la impresión de no ser más que una sombra, pues veía en mi compañero la realidad que yo había dejado escapar. Regresé a casa con una terrible sensación de vacío interior.

»Había desterrado a Dios de mi vida y ésta daba vueltas sobre sí misma como un trompo. Dicho objeto está constituido por una gran cabeza y una pequeña base, de modo que sólo puede estar en pie si da vueltas y más vueltas sin detenerse. Si reduce la velocidad, se cae. 


Para que funcione, el trompo debe girar. Mi espiral era: trabajo – ocio – comidas – bebidas… Y este ciclo volvía a empezar una y otra vez. Cuanto más monótona se volvía mi vida, tanto más aceleraba el ritmo. Pensaba que de ese modo sería más interesante, pero me equivocaba.
 
»Ese día me puse de rodillas y busqué desesperadamente las palabras para dirigirme a Aquel en quien ya no creía. Al final clamé: 
–¡Señor, si estás ahí, mira cuán infeliz soy! Si puedes hacer algo por mí… Si no me fui demasiado lejos… ¡Ayúdame!
 
»De repente fui consciente de que mi propia maldad había clavado a Jesús en la cruz, pero también comprendí que Jesús me amaba con un amor indescriptible. 

¿Cómo pudo amarme tanto? Aún hoy no sé la respuesta. Pero desde ese día mi único deseo fue vivir para él. Lo que hizo por mí también lo hará por usted, si se dirige a él». Festo Kivengere
 
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás… Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 3:35 y 37).

No hay comentarios:

Publicar un comentario