Dos viñadores, el uno creyente y el otro
irreligioso y burlón, cuidadosamente cultivaban sus viñedos, situados muy cerca
el uno del otro. La cosecha se
anunciaba prometedora.
Pero una violenta granizada se abatió sobre
la región. Después de la tempestad, nuestros
dos hombres fueron a sus viñedos; uno de ellos, el del
creyente, había sido completamente devastado; el otro había quedado
indemne.
El granizo se había
detenido en el límite de los dos campos. El incrédulo no dejó de mofarse de su
vecino: -¡Bueno! ¿Qué dices de esto? ¡Tu buen Dios se equivocó de
lado!.
Sin contestar, el creyente se sacó la
gorra, inclinó la cabeza y oró, agradeciendo a Dios por haberle dejado las cepas
y los tutores.
Usted que conoce esos despojos llamados
fracasos, enfermedades, accidentes y duelos, no
desespere.
Cuando todo está por tierra, roto, aniquilado,
nada está definitivamente perdido.
"Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
Y ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor, estos tres;
pero el mayor de ellos es el amor". (1 Corintios 13:
12b-13)
La fe en un Dios que le ama y no se equivoca en lo que le dispensa;
la esperanza de una gloria
prometida y que pronto usted alcanzará; y el
amor divino, al que, según
la expresión de la Escritura: "Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los
ríos".
(Cantares 8: 7)
Sobre la veleta de su casa, un creyente había colocado esta
inscripción: "Dios es
amor". De esa manera quería recordar que cualquiera
sea la dirección y la violencia del viento, Dios sigue siendo lo que es;
amor.
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Salga el
sol por donde salga, Dios es amor, y desea para nosotros nuestro bien y
salvación eterna.
"Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque
falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas
sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me
gozaré en el Dios de mi salvación". (Habacuc 3: 17-18)
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