Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio
en las tribulaciones. Salmo 46:1
La Biblia
nos habla de siete fiestas solemnes que marcaban el año del pueblo de Israel. La
última fiesta, la de los tabernáculos (o de las cabañas), se celebraba al final
de las cosechas. Durante siete días los israelitas vivían en cabañas hechas con
ramas y hojas.
Así recordaban que sus antepasados habían vivido en tiendas
durante 40 años después de que salieron de Egipto. Dejaban su casa, su comodidad
y sus costumbres durante una semana; así tenían la mente libre para adorar a
Dios y refugiarse sólo en él. Podían alabarle con gozo y darle gracias,
descansando tras la cosecha.
Cristianos, de ahí podemos sacar una gran
lección para nosotros. ¿Dónde está nuestro refugio, nuestra seguridad? ¿En
nuestras casas, en las compañías de seguros o en una cuenta bancaria?
Es
necesario tener una vivienda, trabajar, hacer proyectos, etc., pero eso no debe
ser el fundamento de nuestra vida, pues sería un “refugio de la mentira” (Isaías 28:17).
Esta fiesta de las cabañas nos recuerda que toda vida depende de Dios.
Si hallamos en Dios nuestro refugio, ninguna tempestad podrá derribarnos. Es un
refugio seguro para todos los que depositan su confianza en él, aceptando para
sí mismos el sacrificio de Jesús en la cruz. En Dios, en su Hijo muy amado, se
hallan la alegría, la paz y el descanso para el presente y para el
futuro.
“Tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas” (Salmo 61:3-4).
“Tú has sido mi refugio, y torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas” (Salmo 61:3-4).
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