(Jesús dijo:) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mateo 24:35
El despido, el desempleo y la
precariedad material que esto conlleva inquieta a los hombres de hoy quienes,
más que nunca, tienen sed de estabilidad y seguridad.
Pero la primera
precariedad, ¿no es la fragilidad de nuestra existencia y ese gran desconocido
llamado futuro? ¿Existe algo realmente estable? ¿De qué estamos verdaderamente
seguros? El origen del malestar colectivo de nuestra sociedad reside en el
malestar individual.
La gente se burla incluso de cualquier tipo de certeza. Lo
único seguro para nuestro futuro, afirmaba un joven hastiado de la vida, es que
todos vamos a morir.
Felizmente tenemos otras certezas: en medio de la
inestabilidad y la precariedad, la Biblia, la Palabra de Dios, sigue siendo la
roca inquebrantable. Nos ofrece certezas de las que cada uno se puede
apropiar.
La Biblia declara que todo hombre se desvió y se alejó de Dios.
Presenta la muerte como la consecuencia ineludible de nuestro estado de
perdición, pero también afirma: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos:
que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15).
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
“Estas cosas os
he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis
que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13).
Sí, aún hoy, Dios desea dar certezas
al hombre que cree en su Palabra, la Biblia.
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