No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.
Mateo 4:4
Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan. Lucas 11:2
Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan. Lucas 11:2
«Yo formaba
parte de esas buenas personas que creían firmemente que bastaría con cambiar el
sistema de distribución de bienes para que los robos, los asesinatos y las penas
de amor desapareciesen». Louis Aragon (Le Monde, 12 de septiembre de
1967)
Pues sí, es una ilusión empleada frecuentemente para engañar a la gente. Muchos tratan de explicar que si todos tuviesen la misma cantidad de bienes materiales, entraríamos en una edad dorada. No habría ricos ni pobres, ni envidias, rebeliones, engaños, rencores… ¡Ni policías, ni tribunales, ni cárceles!
Pero los malos sentimientos, de donde proceden los robos y los
crímenes, no son únicamente el resultado de las desigualdades entre los hombres,
sino más bien la causa. Egoísmo, orgullo y deseo de dominar, esto es lo que
produce las desigualdades y todo tipo de miserias.
Aunque todos tuviesen
abundancia material, eso no bastaría para satisfacer el ser interior. La Biblia
lo afirma: “No sólo de pan vivirá el hombre”. No podrá vivir mejor de palabras
huecas o esperanzas ilusorias; necesita la “Palabra de Dios”, no la de los
hombres.
Pero la Palabra de Dios muestra que nos resulta imposible cambiar
nuestra naturaleza. También anuncia una buena noticia: lo que es imposible para
el hombre, es posible para Dios. Él quiere darnos una nueva naturaleza, una
naturaleza que proviene de él. También desea librarnos de nuestra terrible
esclavitud al mal.
¿Con qué condición?
Venir a él por la fe y así recibir su
gracia y una vida nueva, es decir, la vida de Jesús.
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