Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Gálatas 2:20
En la época
de los romanos, todo condenado a muerte de crucifixión debía «tomar su cruz».
Pero, ¿qué significa esta expresión para nosotros los creyentes? No es, como a
veces se piensa, aceptar estoicamente los sufrimientos y las pruebas de la vida.
Jesús emplea esta poderosa imagen para enseñarnos una verdad completamente
diferente y muy importante. «Tomar su cruz» es negar su «yo» egoísta e
independiente de Dios.
Ese «yo» que se irrita, envidioso, rencoroso, que se
niega a reconocer sus faltas, que es duro con los demás pero que está satisfecho
consigo mismo. Ese «yo» que, sin embargo, puede ser religioso, defender una
moralidad, hacer todo tipo de buenas obras y que siempre está presente y listo
para manifestarse en la vida del creyente.
La Biblia me enseña que Dios me liberó de ese «yo» profundamente orgulloso y egoísta. ¿Cómo puede mostrarlo en la práctica? Identificándome con Cristo en su muerte en la cruz para que, en adelante, viva una nueva vida no para mí, sino para él y para mi prójimo. Mediante la fe experimento poco a poco, en mis circunstancias cotidianas, esta verdad liberadora.
En cada circunstancia debo elegir entre obedecer al «yo», o
dejarme guiar por el Espíritu Santo. Que cada vez pueda responder: «Señor Jesús,
tú que eres mi verdadera vida, concédeme tomar mi cruz y seguirte
gozoso».
Entonces los demás notarán en mi comportamiento algún parecido con Jesús, y así seré un testigo de su gracia y del poder liberador de su muerte.
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