jueves, 9 de mayo de 2013

La felicidad

Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien.  Job 22:21
El Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer. Romanos 15:13



Jean Jaurès (1859-1914), célebre político francés, declaraba: «El día en que le dé al trabajador de sobra para vivir, todavía no habrá conseguido que sea feliz. Hay bienes eternos de los cuales el hombre no puede prescindir».

La historia, y sobre todo la del siglo 20, ha justificado esta afirmación. De manera general, el hombre vio mejorar sus condiciones de vida, pero no halló la felicidad, pues no la buscó allí donde se encuentra. 


En los países más ricos a menudo constatamos una gran insatisfacción. Y en la clase acomodada vemos frecuentemente enfermedades nerviosas y suicidios. ¿Dónde encontrar el secreto de la felicidad? ¿En dónde hallar los bienes eternos?.

Existe una única respuesta: en Dios y en su amor. Si Dios es amor, también es el Dios santo, del cual estamos separados debido a nuestros pecados. El único camino es reconocer nuestro alejamiento de él y aceptar la salvación que Dios nos ofrece mediante el sacrificio de Cristo en la cruz. 

Entonces, seamos ricos o pobres, jóvenes o viejos, cultos o ignorantes, descubriremos los bienes eternos del Evangelio del “Dios bendito” (1 Timoteo 1:11); así estaremos en paz, satisfechos con lo que tenemos. Cada día experimentaremos el amor de nuestro Padre celestial, su presencia y sus bendiciones renovadas sin cesar.

Dijo Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).





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