viernes, 24 de mayo de 2013

¿Está seguro?

Él (Jesús) es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.  Hechos 10:42-43


Desde su juventud, para este hombre la eternidad era una fábula, la existencia de Dios un sueño y el infierno un producto de la imaginación.
Pero cayó enfermo y, al final de su vida, veía las cosas de otra manera: ¿Y si se había equivocado? ¿Y si había un Dios y tenía que ir a su encuentro? 

Entonces mandó llamar a un creyente, quien le expuso la condición del hombre pecador y el juicio que le esperaba si no aceptaba a Jesús como Salvador. Un amigo del enfermo le dijo:
–Es mejor que se calle. ¿Por qué perturba con sus fantasías los últimos días de mi amigo?
–Fue su amigo quien me llamó, respondió el creyente. Y todavía puede ser salvo, pero hay que darse prisa.
–¡Cállese!, gritó el amigo. ¡Vivimos, morimos y después de la muerte no hay nada!

El creyente lo miró a los ojos y le dijo: Eso es lo que usted dice, pero, ¿está seguro? Sorprendido, el hombre no supo qué responder y salió del cuarto. El enfermo no podía sacar de su mente esta pregunta sin respuesta: ¿Está seguro? Estaba desesperado. 

Entonces el creyente abrió su Biblia y leyó: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). 

El enfermo se repetía: “Palabra fiel y digna… Cristo Jesús vino… para salvar a los pecadores”. Dejarse penetrar por esta seguridad era creer, creer que Jesucristo se ofreció en sacrificio a Dios, en nuestro lugar, para cargar con nuestros pecados.

El moribundo aceptó a Jesús, y la paz de Dios entró en su corazón.

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