lunes, 13 de mayo de 2013

Dios es amor

Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:38-39

 
Cuando los techadores acabaron su trabajo en la granja de un creyente, éste les pidió que colocasen en el remate del techo una veleta, en la que estaba grabado el versículo: “Dios es amor” (1 Juan 4:8).
 
Entonces un obrero le preguntó si eso significaba que el amor de Dios era tan variable y caprichoso como el viento.
El agricultor le respondió: «¡No, todo al contrario! Es para recordar que en toda circunstancia, cuando la suave brisa de verano me refresca o cuando el viento de invierno sopla en la tormenta, siempre es el amor de Dios que me lo envía».

La opinión del techador está muy extendida. Son numerosos los que dicen creer en la bondad de Dios cuando las circunstancias son favorables, pero en cuanto éstas cambian, no quieren oír hablar más de un Dios de amor. A veces incluso lo maldicen abiertamente, como la mujer de Job le incitaba a hacerlo (Job 2:9).
 
Si usted forma parte de esas personas, es porque no conoce a Dios tal como él es. Él dio la mayor prueba de amor al dar “a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

El apóstol Pablo, autor de los versículos citados en el encabezamiento, hablaba con conocimiento de causa. Había pasado por pruebas especialmente duras (2 Corintios 11:23-27), pero nunca puso en duda el amor de Dios. Al igual que él, cada hijo de Dios puede decir y experimentar en todo tiempo que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).

FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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