¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para
muerte, o sea de la obediencia para justicia? Romanos 6:16
El que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. 2 Pedro 2:19
El 27 de
abril de 1848, Víctor Schoelcher firmó el decreto que abolía la esclavitud en
Francia. El 10 de mayo fue el día escogido para conmemorar ese evento tan
importante.
En efecto, en ese momento se pasó una triste página de la historia
de este país.
Durante siglos la esclavitud manifestó la tendencia de los hombres
a utilizar su poder para oprimir a sus semejantes y saciar su codicia.
Pero
la esclavitud, ¿ha desaparecido realmente?
En nuestra sociedad moderna, donde
todos proclaman su libertad, ¡cuántas personas están bajo la esclavitud de la
droga, del alcohol o de cualquier otro tipo de vicio! Su servidumbre quizá sea
tan cruel como la de los esclavos en otro tiempo.
“Todo aquel que hace
pecado, esclavo es del pecado”, declaró Jesús. Pero luego añadió: “Si el Hijo os
libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:34, 36).
La libertad que
Jesucristo propone nos libera del juicio que nuestros pecados merecen ante Dios:
él mismo recibió este juicio en la cruz, y se revela como Salvador. Su muerte
también nos libera del poder del pecado que está en nosotros: si depositamos
nuestra confianza en él, nos libera de lo que nos tiene esclavizados.
Hoy
Jesús todavía llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
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