Durante el
invierno, si pasamos por las viñas, veremos a los viticultores podando con sus
tijeras las ramas de la viña, es decir,
los sarmientos. Quitan la mayoría de los
sarmientos, dejando sólo una o dos ramas. De éstas saldrán los nuevos pámpanos
con sus ricos frutos, los racimos de uva.Entonces recordamos lo que el Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (v. 4).
¡Qué importante es permanecer unido a la cepa (el tronco de la viña), es
decir, permanecer en comunión con Jesús! Así como la sabia sube de la cepa al
sarmiento, indispensable para su vida, la fuente de la vida para el creyente se
halla en Jesús.
¿Cómo podemos poner en práctica esto? Obedeciendo al Señor. “Si
guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (v. 10).
Para guardarlos
es necesario tener presente sus palabras y que ellas actúen en nuestros
corazones; pero como a veces nuestros corazones no están muy dispuestos a
obedecer, el divino viticultor debe emplear la tijera para «podarnos». “Todo
aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (v. 2).
Esta
formación del Padre no siempre nos gusta, pero tiene el único objetivo de que
“llevemos fruto”, “mucho fruto”.
El Señor Jesús, quien siempre había guardado los mandamientos de su Padre y permanecía en su amor, añade: “Para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (v. 11).
FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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