(Jesús dice:) No os hagáis tesoros en la tierra, donde la
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón. Mateo 6:19-21
El nuevo año
es el momento de hacer el balance de nuestra vida con todas sus alegrías, pero
también con sus tristezas. Los años se encadenan y nos conducen por las
diferentes etapas de la vida.
En cada una de ellas podemos preguntarnos sobre lo que hicimos. ¿Cómo analizamos la situación? ¿En función de qué criterios?
El Señor Jesús habla de un hombre que había pasado su vida acumulando riquezas y trabajando únicamente para sí mismo, hasta que llegó a una etapa importante: no tenía más lugar para acumular sus cosechas. Pero ese hombre había olvidado que un día tendría que dejar su vida terrenal para entrar en otra realidad con una dimensión eterna.
Se decía: “Alma, muchos bienes tienes
guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo:
Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién
será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:19-21).
Si bien nuestra vida terrenal comporta diferentes períodos, no todo se queda ahí, y no se debe perder de vista la última etapa. Todavía hoy, Dios invita a todos los hombres a conocer su amor en Jesucristo, el Salvador. ¡No deje pasar el tiempo de la gracia divina!
Y nosotros, creyentes, vivamos menos para nosotros mismos y más para Aquel que murió por nosotros (2 Corintios 5:15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario