lunes, 21 de enero de 2013

La muralla de nieve

El Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Nahum 1:7
Salvación puso Dios por muros y antemuro… Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Isaías 26:1-3

En enero de 1814, la población de los ducados de Schleswig-Holstein vivió en el terror porque sabía que el ejército ruso se estaba acercando.
Las tropas enemigas hacían grandes estragos a su paso. Una mujer que amaba a Dios oró insistentemente para que su casa fuese protegida como por una muralla. Antes de acostarse se pusó a cantar un himno bien conocido:

Castillo fuerte es nuestro Dios
Defensa y buen escudo
Con su poder nos librará
En todo trance agudo
.

Su hijo había oído la oración y exclamó: 
–¡Mamá, no hay que pedir lo imposible!
–“Para Dios todo es posible” (Mateo 19:26), respondió ella.
Luego se fueron a dormir. 

Al amanecer un gran ruido los despertó. Los soldados habían llegado al pueblo, entraban en todas las casas y las asaltaban. ¡Pero nadie entró en la suya! Poco a poco los ruidos disminuyeron y el enemigo se alejó. 

¿Cómo habían sido protegidos? 

Durante la noche había caído una nieve espesa y, empujada por el viento del Norte, se había acumulado delante de la puerta, escondiéndola completamente.

 ¡Dios les había enviado una muralla de nieve!
 
Sólo les quedaba agradecer a Aquel que “acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmo 34:7).


FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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