El rey
Herodes había matado a espada al apóstol Santiago. Al ver que eso había agradado
al pueblo, procedió a detener y encarcelar también al apóstol Pedro (Hechos 12:1-4).
Había dieciséis soldados custodiándolo.Cuando se enteraron de esa noticia, algunos creyentes se movilizaron, no para preparar un plan de evasión o para quejarse ante el tribunal, sino para orar fervientemente.
Al parecer, esas oraciones no dieron ningún resultado, porque el rey había decidido la ejecución de Pedro ante el pueblo al día siguiente, con motivo de una fiesta. Pero esa noche un ángel enviado por Dios liberó a su siervo de las cadenas, hizo que pasase delante de los soldados de la guardia y le abrió las puertas de la cárcel. Entonces, Pedro fue a esos creyentes que seguían orando.
Sin embargo
ellos, incrédulos, ¡no podían creer la respuesta del Señor!.
Puede suceder que el Señor sólo responda a la oración de sus hijos en el último momento. Quiere probar su fe, mostrarles su poder y reforzar su confianza en él.
La oración en familia y la oración colectiva descansan en una maravillosa promesa: “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19).
“Esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
“Pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24).
FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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