Esta
es una de las últimas frases pronunciadas por Jesús en la cruz.
Marca el fin de una obra anunciada desde la aparición del mal en el mundo. El pecado cerraba a los hombres el acceso al cielo, pero Dios, desde la eternidad pasada, deseó tener una familia a la cual introduciría en su propia felicidad.
Pero ¿de qué manera seres viles y pecadores como nosotros seríamos hechos dignos de estar en la presencia de Dios. En el tiempo del Antiguo Testamento, la pregunta quedó sin respuesta: “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?” (Job 9:2).
Innumerables animales fueron sacrificados, pero ningún pecado fue expiado, ya que las exigencias divinas no estaban satisfechas. Sin embargo, Dios seguía teniendo paciencia…
Hace unos 2.000 años, en la cruz del Gólgota cerca de Jerusalén, Jesús, el cordero de Dios, declaró: “Consumado es”. El cielo se abrió para todos los que creerían en él, reconociendo en la persona de Jesús a aquel que expió sus pecados.
Quizás alguien pregunte: ¿Está realmente seguro de que Dios reconoció todo el valor de ese sacrificio? ¡Sí!, pues lo demostró resucitando a Jesús y elevándolo a la gloria. Jesucristo se humilló hasta la muerte, “por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:8-9).
Marca el fin de una obra anunciada desde la aparición del mal en el mundo. El pecado cerraba a los hombres el acceso al cielo, pero Dios, desde la eternidad pasada, deseó tener una familia a la cual introduciría en su propia felicidad.
Pero ¿de qué manera seres viles y pecadores como nosotros seríamos hechos dignos de estar en la presencia de Dios. En el tiempo del Antiguo Testamento, la pregunta quedó sin respuesta: “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?” (Job 9:2).
Innumerables animales fueron sacrificados, pero ningún pecado fue expiado, ya que las exigencias divinas no estaban satisfechas. Sin embargo, Dios seguía teniendo paciencia…
Hace unos 2.000 años, en la cruz del Gólgota cerca de Jerusalén, Jesús, el cordero de Dios, declaró: “Consumado es”. El cielo se abrió para todos los que creerían en él, reconociendo en la persona de Jesús a aquel que expió sus pecados.
Quizás alguien pregunte: ¿Está realmente seguro de que Dios reconoció todo el valor de ese sacrificio? ¡Sí!, pues lo demostró resucitando a Jesús y elevándolo a la gloria. Jesucristo se humilló hasta la muerte, “por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:8-9).
FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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