lunes, 24 de diciembre de 2012

Agarrando El Rabo Del Gato

“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).
Beto había sido advertido para no importunar al gato de la casa. Un día su madre oyó un maullido muy estridente. “Beto”, ella gritó, “pare de jalar el rabo del gato”. Beto contestó, rápidamente: “Estoy en pie al lado de él, agarrando su rabo, es él que está jalando.”

Muchas veces actuamos según y conforme el niño de nuestra historia. Nos quedamos parados, no vamos a lugar alguno, no hacemos nada y aún criticamos e intentamos impedir que otros hagan. De una cierta manera, estamos “agarrando el rabo del gato”.

Si un hermano quiere reunir un grupo para un coro en la iglesia — ¡coros están sobrepasados y nadie usa eso más! Si un joven da la idea de formar un equipo para salir y distribuir folletos evangelísticos — está lloviendo; está haciendo mucho calor; es muy peligroso; ¿para que gastar dinero con folletos si la mayoría ni lee? Si una hermana invita amigas para un momento de oración y consagración por la mañana, bien temprano – ¡pobre… nadie va a levantarse tan temprano para venir a una reunión qué ella pretende hacer! Son personas desalentadas e insípidas, que solo saben “agarrar el rabo del gato”.

La iglesia sufre, algunos claman a Dios por cambios, algunos ayunan y oran en sus hogares para que Dios opere en medio de Su pueblo, y los que no colaboran, se disculpan diciendo: “Yo no estoy haciendo nada. Estoy apenas agarrando el rabo del gato”. Sí, es verdad, nada hacen y quieren impedir que ¡otros lo hagan!

Que nuestra vida sea totalmente entregada a Dios. No debemos quedarnos parados, no debemos servir de obstáculo o piedra de tropiezo para los demás, no debemos impedir la bendición del Señor en medio a Su iglesia.

Yo no quiero quedarme agarrando el rabo del gato. Quiero dejarlo ir… ¡y quiero ir también!

Fuente: devocionalescristianos.org

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