(Jesús dijo:) Al que venciere, daré… un nombre nuevo, el
cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Apocalipsis 2:17
Yo el Señor, Dios tuyo… Porque a mis ojos fuiste de gran
estima, fuiste honorable, y yo te amé. Isaías 43:3-4
«¡Nadie conoce mi nombre!». Este fue el título de un libro muy vendido en América. No es extraño que ese libro haya sido un éxito. ¿Quién no ha sentido, un día u otro, la soledad y el anonimato? El sentimiento de ser incomprendido es muy general, e incluso puede ser que cada uno de nosotros se haya preguntado alguna vez: «¿Quién soy realmente?».
La Biblia nos habla de un nombre que nadie “conoce sino aquel que lo recibe”. Ese nombre será la recompensa de los creyentes vencedores que descubrirán su verdadera identidad. Conocerán como fueron conocidos por Dios mismo. Se darán cuenta del trabajo que él hizo en ellos para que fuesen conformes a la imagen de su Hijo. También comprenderán el porqué de muchas pruebas, cuando contemplen los gloriosos resultados.
Ahora el Señor desea comunicarse con los suyos que todavía están en la tierra. Quiere mostrarme quién soy: una criatura frágil, por supuesto, pero también una persona única para él, a quien ama personalmente y por la eternidad. Cuanto más disfruto de su amor, más desaparece el sentimiento de soledad.
A medida que avanzo en la vida descubro mi nueva identidad en Cristo y reconozco que para él tengo valor. “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20); desea tenerme a su lado para siempre (Juan 17:24).
Si vivo en comunión con el Señor, puedo seguirle paso a paso, poniendo la mirada en él y tratando de agradarle.
Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
«¡Nadie conoce mi nombre!». Este fue el título de un libro muy vendido en América. No es extraño que ese libro haya sido un éxito. ¿Quién no ha sentido, un día u otro, la soledad y el anonimato? El sentimiento de ser incomprendido es muy general, e incluso puede ser que cada uno de nosotros se haya preguntado alguna vez: «¿Quién soy realmente?».
La Biblia nos habla de un nombre que nadie “conoce sino aquel que lo recibe”. Ese nombre será la recompensa de los creyentes vencedores que descubrirán su verdadera identidad. Conocerán como fueron conocidos por Dios mismo. Se darán cuenta del trabajo que él hizo en ellos para que fuesen conformes a la imagen de su Hijo. También comprenderán el porqué de muchas pruebas, cuando contemplen los gloriosos resultados.
Ahora el Señor desea comunicarse con los suyos que todavía están en la tierra. Quiere mostrarme quién soy: una criatura frágil, por supuesto, pero también una persona única para él, a quien ama personalmente y por la eternidad. Cuanto más disfruto de su amor, más desaparece el sentimiento de soledad.
A medida que avanzo en la vida descubro mi nueva identidad en Cristo y reconozco que para él tengo valor. “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20); desea tenerme a su lado para siempre (Juan 17:24).
Si vivo en comunión con el Señor, puedo seguirle paso a paso, poniendo la mirada en él y tratando de agradarle.
Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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