La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro. Romanos 6:23
(Dios)
nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino
según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús. 2 Timoteo 1:9
En una reunión de
evangelización, una mujer fue llevada a la fe mediante este texto de la Biblia:
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
El predicador
escribió el versículo en una tarjeta y se lo dio a esta mujer quien, muy
contenta, regresó a su casa con su niño. Pero al día siguiente la madre se
levantó desanimada, pues había pasado una noche de luchas, dudas y temores.
Cuando su hijo le preguntó qué le ocurría, se echó a llorar y dijo: –¡Creía ser
salva, pero me siento tan mala como antes!
El niño, asombrado, le respondió:
–Mamá, ¿tu versículo cambió? Voy a ver. Entonces corrió a buscar la tarjeta y
leyó el versículo. –¡Mamá, es exactamente el mismo de ayer!
La madre miró a
su hijo sonriendo. Esta sencilla confianza infantil había bastado para
convencerla. Entonces lo tomó en sus brazos y dio gracias a Dios porque su
precioso versículo seguía siendo el mismo y porque su paz estaba fundada en la
eterna palabra de Dios.
No nos fijemos en nuestro triste estado de pecadores,
sino reconozcamos ante Dios lo que somos realmente. Confiemos en él; su amor por
nosotros no puede cambiar, pues el mismo Señor Jesús nos prometió: “Mis ovejas
oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no
perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28).
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