Con el pie en el acelerador
No hay hombre que tenga potestad… sobre el día de la
muerte. Eclesiastés 8:8
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. 2 Corintios 6:2
Un campeón automovilístico de la carrera de 24 horas, de Le Mans
(Francia), comentaba el accidente mortal de otro piloto en los ensayos de
dicha carrera: «Algunos nos consideran locos, inconscientes. ¡Es falso! Somos
conscientes del peligro, pero nos decimos que no nos tocará a nosotros».
Un célebre escritor respondió un día a un periodista: «Todo el mundo se
burla de la muerte… Siempre es la muerte de los demás, el entierro de los
demás, las campanas nunca suenan para uno mismo». Allí vive un enfermo
terminal, allá un joven murió en un accidente de tránsito… cada uno de
nosotros ve cómo se van yendo los demás y parece que nos comportamos como si
fuésemos a vivir para siempre. Los cementerios se van llenando ante nuestros
ojos y no nos damos cuenta de que allí ya hay un lugar reservado para
nosotros.
Lo que sucede es que no queremos verlo, porque nos da miedo. Tenemos
miedo de la muerte, pero también de nosotros mismos, de poner nuestra vida en
regla. Tenemos miedo de Dios, y como huimos de él, pensamos que ya no tenemos
nada que ver con él, que se quedó atrás. ¡Pero no, Dios está delante y vamos
derechos hacia él, sin estar preparados para encontrarle!
Entonces cerramos los ojos… manteniendo el pie en el acelerador. ¿Ésa es
la solución? ¡Qué terrible perspectiva comparecer cargado con sus pecados
ante el Dios santo! Pero ese Dios santo también es el Dios de amor, “el cual
quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la
verdad” (1 Timoteo 2:4).
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viernes, 26 de septiembre de 2014
Con el pie en el acelerador
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