viernes, 26 de septiembre de 2014

Con el pie en el acelerador


Con el pie en el acelerador

No hay hombre que tenga potestad… sobre el día de la muerte. Eclesiastés 8:8
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. 2 Corintios 6:2


Un campeón automovilístico de la carrera de 24 horas, de Le Mans (Francia), comentaba el accidente mortal de otro piloto en los ensayos de dicha carrera: «Algunos nos consideran locos, inconscientes. ¡Es falso! Somos conscientes del peligro, pero nos decimos que no nos tocará a nosotros».

Un célebre escritor respondió un día a un periodista: «Todo el mundo se burla de la muerte… Siempre es la muerte de los demás, el entierro de los demás, las campanas nunca suenan para uno mismo». Allí vive un enfermo terminal, allá un joven murió en un accidente de tránsito… cada uno de nosotros ve cómo se van yendo los demás y parece que nos comportamos como si fuésemos a vivir para siempre. Los cementerios se van llenando ante nuestros ojos y no nos damos cuenta de que allí ya hay un lugar reservado para nosotros.

Lo que sucede es que no queremos verlo, porque nos da miedo. Tenemos miedo de la muerte, pero también de nosotros mismos, de poner nuestra vida en regla. Tenemos miedo de Dios, y como huimos de él, pensamos que ya no tenemos nada que ver con él, que se quedó atrás. ¡Pero no, Dios está delante y vamos derechos hacia él, sin estar preparados para encontrarle!

Entonces cerramos los ojos… manteniendo el pie en el acelerador. ¿Ésa es la solución? ¡Qué terrible perspectiva comparecer cargado con sus pecados ante el Dios santo! Pero ese Dios santo también es el Dios de amor, “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).

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