Mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida. Salmo 23:5-6
Mientras regaba mi jardín, observé un abejorro en una flor de mi hibisco de la variedad blanca. Esta es una gran flor cuya base tiene toques de color rojo; en el centro se erige un gran pistilo recubierto de polen de una blancura resplandeciente.
El abejorro negro llegó y se dirigió al corazón de la flor para extraer su néctar.
Poco a poco se cubrió de polen: primero las patas, luego las alas, la cabeza y todo el cuerpo. Después de haber dado dos vueltas alrededor del pistilo, se fue completamente blanco debido al polen. Al verlo partir pensé maravillado: ¡Qué riqueza hay en la naturaleza! Desde las plantas hasta los animales, todo desborda de variedad y vitalidad. Así debería suceder en la vida espiritual de los creyentes, que puede ser rica, variada, sin monotonía. Cuando estuvo en la cárcel, el apóstol Pablo pudo decir: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno” (Filipenses 4:18).
¿De dónde le venía ese sentimiento de abundancia? Tenía la seguridad de que Jesús, el Hijo de Dios, lo amaba. Disfrutaba de su preciosa presencia. Con Jesús, Pablo era rico en su alma, de modo que podía escribir a los creyentes: “Todo es vuestro, y vosotros de Cristo” (1 Corintios 3:22-23).
El Señor desea que nuestra vida espiritual sea rica, próspera, volcada hacia él y hacia los demás. Dio su propia vida para enriquecernos de él; envió al Espíritu Santo para estar con nosotros y en nosotros. Desea que podamos decir en verdad: “Mi copa está rebosando”.
El abejorro negro llegó y se dirigió al corazón de la flor para extraer su néctar.
Poco a poco se cubrió de polen: primero las patas, luego las alas, la cabeza y todo el cuerpo. Después de haber dado dos vueltas alrededor del pistilo, se fue completamente blanco debido al polen. Al verlo partir pensé maravillado: ¡Qué riqueza hay en la naturaleza! Desde las plantas hasta los animales, todo desborda de variedad y vitalidad. Así debería suceder en la vida espiritual de los creyentes, que puede ser rica, variada, sin monotonía. Cuando estuvo en la cárcel, el apóstol Pablo pudo decir: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno” (Filipenses 4:18).
¿De dónde le venía ese sentimiento de abundancia? Tenía la seguridad de que Jesús, el Hijo de Dios, lo amaba. Disfrutaba de su preciosa presencia. Con Jesús, Pablo era rico en su alma, de modo que podía escribir a los creyentes: “Todo es vuestro, y vosotros de Cristo” (1 Corintios 3:22-23).
El Señor desea que nuestra vida espiritual sea rica, próspera, volcada hacia él y hacia los demás. Dio su propia vida para enriquecernos de él; envió al Espíritu Santo para estar con nosotros y en nosotros. Desea que podamos decir en verdad: “Mi copa está rebosando”.
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