jueves, 4 de abril de 2013

El deporte

El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha. 1 Timoteo 4:8
Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:14


Los lunes por la mañana a menudo viajo en tren a París. La mayoría de los viajeros son hombres que se desplazan por razones profesionales. Algunos descansan, otros hablan y la mayoría lee.
¿Qué leen? Unos, revistas científicas, y muchos, periódicos en la sección deportes. Esto no es malo en sí, pero en el fondo, ¡cuánto tiempo empleado en lo que, dentro de algún tiempo, no tendrá más importancia!

¿Qué decir de la vida de los atletas de alto nivel? Pasan gran parte de su juventud entrenando, lejos de los suyos, con el objetivo constante de alcanzar el más alto nivel mundial, pero la selección es muy dura y pocos lo logran. Sacrifican su juventud y desgastan prematuramente su cuerpo. En realidad, ¿no son un tanto los esclavos modernos de los medios de comunicación y de todos sus seguidores? Ese entusiasmo por el deporte es casi idolatría. ¿Le suena el término «los dioses del estadio»?


El deporte practicado sanamente es una actividad útil, teniendo en cuenta el modo de vida demasiado sedentario de algunos. Pero seamos conscientes de sus peligros y mantengamos el equilibrio. 


Apasionarse por el deporte devora el tiempo y el corazón, y esto puede alejarnos de Dios. En otras palabras, todo lo que tiende a quitarle a Dios el primer lugar es un ídolo. En el Antiguo Testamento los ídolos, que eran de madera y de piedra, a veces son llamados «vanidades». Cristianos, alejémonos de lo que es vano y reservemos nuestro corazón para el Señor. ¡No olvidemos nuestra vocación de servir al Señor!


FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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