martes, 25 de septiembre de 2012

Las ciudades verdes

En aquel tiempo estabais sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo.
(Jesús dice:) Conozco mis ovejas, y las mías me conocen. Juan 10:14

Las ciudades verdes

Al volar sobre las grandes aglomeraciones francesas distinguimos, aquí o allá, algunas zonas de espacios verdes.
El crecimiento de la vegetación en las ciudades es una verdadera riqueza para éstas. Cada vez los arquitectos tratan de integrar más parques y jardines en el paisaje urbano. Techos, y a veces paredes, están recubiertos por la vegetación. Esas mantas vegetales son excelentes aislantes fónicos que también contribuyen, gracias a la evaporación, a refrescar la atmósfera de la ciudad en verano. Protegen la biodiversidad, pues constituyen un refugio para muchos animales y plantas.

Vistas desde el avión, estas zonas de vida vegetal forman un contraste increíble con el color más apagado de los tejados, fachadas o calles de la ciudad. Ellas evocan la vida divina que Dios discierne en todos los que han sido llevados a una verdadera relación con él, por la fe en Jesús, el Salvador del mundo. 

Los verdaderos creyentes, a quienes el Señor conoce y ellos lo conocen, se parecen a esas plantas que respiran y se desarrollan, a pesar de la contaminación de la ciudad. Sólo viviendo en una estrecha relación con Cristo, los cristianos pueden llevar fruto para Dios y brillar “como luminares en el mundo” (Filipenses 2:15).

El que se deleita leyendo la Palabra de Dios y meditándola es “como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae” (Salmo 1:2-3).

 FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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