Hemos visto y testificamos (dice el apóstol Juan) que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 1 Juan 4:14
La máquina de coser estropeada
Un
joven misionero había decidido visitar al jefe de una aldea africana
muy opuesta al cristianismo. Al acercarse a su cabaña, oyó grandes
gritos:
–¿Es culpa mía si la máquina ya no funciona?
–Sí, es tu culpa. La dañaste a propósito para no seguir haciendo camisas, ¡que son nuestro sustento!
–Pues, ¡arréglala tú!
Llegar en medio de una riña conyugal no es el mejor momento. Pero nuestro amigo anunció su llegada tocando las palmas.
–¡Es el misionero! ¡No quiero que ponga un pie aquí!
–Si me lo permite, dijo el indeseado visitante, puedo tratar de arreglar su máquina de coser.
Lo dejaron entrar y el joven se puso manos a la obra. Desmontó la máquina, la limpió y luego la volvió a montar bajo la mirada desconfiada de sus dueños. Y la máquina funcionó de nuevo.
–¿Quién te envió aquí?, dijo el jefe.
–Dios. Soy su mensajero. Si me lo permite, le contaré algo mucho más grande que hizo por usted: el gran Dios del cielo dio a su Hijo para salvarle.
La llegada de ese reparador enviado del cielo intrigó al jefe. Al principio escuchó la buena nueva del Evangelio por curiosidad.
Y ese
mismo día reunió a todos los habitantes de la aldea para que escuchasen
al joven misionero hablar de Jesús, el enviado de Dios, el Salvador.
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