Así dice el Señor: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y
fuera de mí no hay Dios… Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla
tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí. Isaías44:6, 22
Cada año, en primavera, los europeos son
testigos del retorno de las golondrinas. Su regreso es la señal de la llegada
de días más cálidos, del renacer de la naturaleza.
¡Es como si tuviese lugar
una maravillosa resurrección! Al final del verano, esas aves se van a otras
tierras en busca de calor y alimento, a miles de kilómetros al sur. En
primavera, siguiendo la misma trayectoria con una extraordinaria precisión,
regresan al lugar de donde habían salido.La Biblia nos invita a aprender una lección de esas aves migratorias. Su paso cada año encima de nuestras cabezas nos recuerda que un día en su vida cada ser humano tendrá que ponerse en camino, volver sobre sus pasos para reconciliarse con Dios y recibir el perdón de pecados y la vida eterna.
El profeta
Jeremías hace este reproche a los creyentes porque no querían reconocer sus
errores: “¿Por qué es este pueblo de Jerusalén rebelde con rebeldía perpetua?
Abrazaron el engaño, y no han querido volverse… No hay hombre que se arrepienta
de su mal… Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la
grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida; pero mi pueblo no conoce
el juicio del Señor” (Jeremías 8:5-7).
¿Y nosotros? ¿Hemos conocido nuestro tiempo? ¿Nos hemos puesto en camino para volvernos a Dios? Pronto será demasiado tarde. Y si somos hijos de Dios, quizá nos hemos alejado de él y buscamos horizontes que nos parecen mejores. ¡Volvamos al Señor, él nos está esperando!
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