sábado, 28 de diciembre de 2013

No se prevén mejorías



No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago… ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Romanos 7:19, 24-25
A veces se cree que el cristianismo es un conjunto de reglas que se deben respetar para mejorar a los individuos y elevar el nivel moral de las familias y de la sociedad en general. «Escuche la enseñanza de Cristo y mejorará», se oye decir.

Desgraciadamente el hombre, por sí mismo, es incapaz de aplicar diariamente esos preceptos perfectos. Todos los que lo intentaron llegaron a esta desalentadora conclusión: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:19).
Es necesario renunciar a tratar de mejorarse por sus propios esfuerzos.

Quizás esta afirmación nos parezca muy pesimista y exagerada, sin embargo es lo que la Biblia dice, y el que la escucha encuentra el camino de la liberación. La Biblia declara que todo hombre, por naturaleza, peca (Romanos 7:17). 
Dios no soporta ni mejora esta naturaleza de pecado, sino que la condena, como lo precisa el apóstol Pablo: “Dios… condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3).
Cuando Jesús tomó nuestro lugar bajo el juicio divino en la cruz del Calvario, fue tratado como nuestra naturaleza perdida lo merecía. Pero Jesús triunfó sobre la muerte. Y como consecuencia de su muerte y resurrección, Cristo comunica una nueva vida a los que lo aceptan.
En esa nueva vida, con la ayuda del Espíritu Santo, puedo hacer lo que agrada a Dios y al mismo tiempo tener por muerta esa mala naturaleza que en otro tiempo me gobernaba (Efesios 2:10; Romanos 6:11). 
¡Ahí está la victoria de la fe!
FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario