Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9
No presentarse como candidato
Sucedió
en América del Norte en la época de la esclavitud. Un amo, conocido por
su incredulidad, tenía a un esclavo muy piadoso. Siempre se burlaba de
la fe de su siervo. Lo que más le divertía era hacerle preguntas
difíciles de responder. Un día le preguntó:
–Dime, Sam, ¿crees realmente que irás al paraíso?
–Sí, amo.
–Así que eres un escogido.
–Sí, amo.
–Y yo, ¿seré un escogido?
El humilde esclavo oró dentro de sí y el Señor le dio la respuesta:
–¡Oh, amo, no creo que alguien pueda ser elegido a menos que sea candidato!
–Dime, Sam, ¿crees realmente que irás al paraíso?
–Sí, amo.
–Así que eres un escogido.
–Sí, amo.
–Y yo, ¿seré un escogido?
El humilde esclavo oró dentro de sí y el Señor le dio la respuesta:
–¡Oh, amo, no creo que alguien pueda ser elegido a menos que sea candidato!
Estupefacto y sin saber qué responder, el amo dio la vuelta bruscamente y se fue.
Cuando
soy interpelado por una declaración tan sencilla, ¿soy sensible al
hecho de que es Dios quien me habla? Quizá muchas veces Dios ha querido
ponerse en contacto con usted, pero hasta ahora usted le ha dado la
espalda, como ese amo insensato.
La actitud opuesta, esto es, escuchar a
Dios, es «presentar su acta de candidatura»; entonces descubrirá que
usted también es un ser escogido, amado por Dios.
“Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:4).
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