viernes, 27 de diciembre de 2013

Balance de una vida


 

No erréis… ni los adúlteros… ni los ladrones… ni los borrachos… heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús. 1 Corintios 6:9-11
 
«Frente a la muerte, con el cuerpo debilitado, la salud estropeada debido a mis desenfrenos, el alma condenada a la perdición eterna (porque Dios dijo: “Ni los borrachos… heredarán el reino de Dios”), dejo estos legados:

–A la sociedad, la influencia más nefasta debido al mal ejemplo de un hombre que hizo todo para satisfacer sus apetitos desordenados.
–A mis padres, hermanos y hermanas, el pensamiento desgarrador de que aquel a quien amaron tanto perdió su cuerpo y su alma.
–A mi mujer, un corazón roto, las marcas de mis malos tratos, la miseria y la vergüenza.
–A mis hijos, un nombre deshonrado, un futuro lesionado y el recuerdo de los desenfrenos de su padre».
Autor anónimo del siglo 19
 

Ese balance, ¿se parecerá al de uno de nuestros lectores del siglo 21?
 
Tal vez usted ha estado atrapado en el engranaje de la droga, del alcohol, de la degradación sexual con todas sus consecuencias… y piensa que todo está perdido. Pero no, aún no es demasiado tarde para reconciliarse con Dios. Porque aunque Dios aborrece el pecado y lo condena, ama al pecador. Dio la prueba de ello enviando a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz por nuestros pecados; allí pagó el castigo que usted y yo merecíamos.
 
Confiésele su culpa; dígale que confía únicamente en su gracia. No hay pecados tan grandes que Dios no pueda perdonar al que cree en Jesucristo: “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

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