jueves, 5 de junio de 2014

Clamar al Señor

   Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino. Marcos 10:51-52

  

En su último viaje a Jerusalén, Jesús se encontró con Bartimeo, un ciego que mendigaba a la vera del camino. Éste oyó decir que Jesús nazareno (título despectivo) pasaba por allí. Y aunque era ciego, sabía mejor que los que le informaban quién era Jesús, pues clamó:
“Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”. Llamó al Señor por su título real, título que muy pocos le atribuían en aquel entonces.

Muchos trataron de hacerlo callar, pero ­Bartimeo clamó aún más. Su fe le daba valor; arrojó su capa para poder levantarse rápidamente y responder al llamado del Señor. Entonces Jesús le hizo una pregunta sorprendente: “¿Qué quieres que te haga?”. Él sabía muy bien cuál era la necesidad expresada en los clamores de Bartimeo, pero quería oírlo claramente de su boca.


Lo mismo sucede cuando oramos. No nos detengamos en generalidades, sino expongámosle de forma clara todas nuestras necesidades, nuestros sufrimientos. Pero no dictemos al Señor la manera en que deba respondernos; digámosle sencillamente lo que está en nuestro corazón. Al igual que Bartimeo, su respuesta nos comprometerá a seguirle para ser sus testigos.
 
“¿Qué quieres que te haga?”. Esta pregunta de Jesús nos anima a no dejar de orar, pero también nos interpela: ¿Me dirijo al Señor con precisión? ¿Cuál es mi mayor necesidad hoy?

Nuestras peticiones deben ser precisas, humildes y confiadas. No debemos pedir para gastar en nuestros deleites (Santiago 4:3)

FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)

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