Jesús le dijo: Yo soy
el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6
Señor… en ti he
confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma…
Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Salmo 143:7-8, 10
Un artista
describió su exposición con estas palabras: «Animar al caminante, al peregrino
o al simple visitante a ponerse en camino para encontrar la estrella, la chispa
que lo guiará en este largo itinerario de la vida…
Tal es el hilo conductor de
este recorrido fotográfico». Ese texto también nos interpela a nosotros: ¿Cuál
es la dirección de nuestra vida? ¿Hemos encontrado un camino seguro, un guía
fiel, un objetivo que valga la pena ser seguido? En una sociedad en la que los puntos de referencia son cada vez más confusos, corremos el riesgo de descarriarnos “como ovejas”, de que cada cual se aparte por su camino (Isaías 53:6). Pero el Dios de amor no quiere que nos desviemos.
La Biblia es la guía de todos los que han depositado su confianza en Dios: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).
Ella nos revela a Jesucristo, el Hijo de Dios que
vino del cielo para salvar a los hombres. Para los que creen, él es el Buen
pastor que dio su vida por ellos. Ahora les dice: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo
las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna” (Juan 10:27-28).
Pronto los reunirá en el cielo según su promesa:
“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo,
para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). No busquemos
guías humanos, sino dejémonos guiar por la infalible mano de Jesucristo.
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