Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1
Por la fe
La
fe de Abraham lo hizo “padre de todos los creyentes” (Romanos 4:11).
Basándose sólo en una promesa divina, Abraham dejó su país, su pueblo y
su trabajo para ir a un país extranjero. Lleno de una confianza total,
obedeció y partió para encontrar, no una ciudad ni algún confort, sino
un país desconocido.
Instaló su tienda donde Dios lo había enviado y allí vivió durante un siglo.
Cuando tenía 75 años, Abraham recibió de
Dios la promesa de un hijo. Y tuvo que esperar 25 años antes de que esta
promesa se cumpliese, en condiciones humanamente imposibles, pues Sara,
su mujer, ya tenía 90 años. ¡Pero el nacimiento de Isaac se produjo!
Cuando Isaac creció, Dios pidió a Abraham que sacrificase a su hijo, ese hijo que había esperado durante tanto tiempo y a quien tanto amaba. Convencido de que Dios podía resucitarlo, y sostenido por una fe incondicional, Abraham fue con Isaac al monte señalado para obedecer al mandamiento divino. Pero finalmente Dios libró al joven.
A veces la voluntad de Dios nos parece misteriosa, inquietante e incluso incomprensible. Abraham confió en las promesas de Dios y fue recompensado. ¿En qué es un ejemplo Abraham para nosotros? La Palabra de Dios dice con respecto a los que nos guían: “Imitad su fe” (Hebreos 13:7).
Lo que debemos imitar no es lo que hacen, sino su fe, su
inquebrantable fe en Dios, para obedecerle en toda circunstancia,
mientras esperamos de él los felices resultados.
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