A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Romanos 1:16
Una anciana feliz
En
el año 2000 fuimos a colaborar en los cuidados que necesitaba Graciana,
una anciana de 90 años. Se le había amputado una pierna a causa de un
principio de gangrena. Cada mañana debíamos bajarla de la cama y
sentarla en una silla de ruedas; luego, regresábamos por la noche para
ayudarla a acostarse.
Esta era nuestra tarea de cada día, semana tras semana. ¡Qué hermoso era verla tan feliz cuando veníamos para levantarla!
Muchas veces intentamos hablarle del Señor Jesús, pero con dificultad prestaba atención. Entonces el Señor nos mostró un medio más eficaz que las palabras. Dejamos en su mesa de luz un Nuevo Testamento de letras grandes y un calendario de la Buena Semilla.
Graciana empezó a leer cada día la hojita del calendario; luego buscaba en el Nuevo Testamento las citas indicadas para cotejarlas con las Escrituras. Al extenderse en la lectura, le surgían preguntas, entonces las anotaba para cuando llegáramos.
La gracia de Dios le concedió que sus facultades intelectuales se mantuvieran aún cierto tiempo, hasta que llegara a comprender que, por creer lo que leía en la Biblia, la Palabra de Dios, había llegado a ser una hija de Dios.
Pasaron seis años hasta que partió con el Señor. Seis años de gozo y paz por haber llegado a conocer a Jesucristo, el Salvador. ¡Sublime gracia!
Esta era nuestra tarea de cada día, semana tras semana. ¡Qué hermoso era verla tan feliz cuando veníamos para levantarla!
Muchas veces intentamos hablarle del Señor Jesús, pero con dificultad prestaba atención. Entonces el Señor nos mostró un medio más eficaz que las palabras. Dejamos en su mesa de luz un Nuevo Testamento de letras grandes y un calendario de la Buena Semilla.
Graciana empezó a leer cada día la hojita del calendario; luego buscaba en el Nuevo Testamento las citas indicadas para cotejarlas con las Escrituras. Al extenderse en la lectura, le surgían preguntas, entonces las anotaba para cuando llegáramos.
La gracia de Dios le concedió que sus facultades intelectuales se mantuvieran aún cierto tiempo, hasta que llegara a comprender que, por creer lo que leía en la Biblia, la Palabra de Dios, había llegado a ser una hija de Dios.
Pasaron seis años hasta que partió con el Señor. Seis años de gozo y paz por haber llegado a conocer a Jesucristo, el Salvador. ¡Sublime gracia!
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