Acudir a
conciertos o escuchar tocar el violín nunca ha hecho que alguien se vuelva
violinista. Ver un campeonato de esquí tampoco ha hecho de un espectador un
verdadero esquiador; e igualmente, leer el menú de un restaurante jamás ha
saciado el hambre a nadie.
Del mismo modo, acudir a servicios religiosos no hace que una persona sea cristiana.
Contrariamente a lo que muchos piensan, un
cristiano no es simplemente alguien que pertenece a una denominación cristiana.
Estar inscrito en el registro de una congregación puede alimentar la ilusión de
ser cristiano, sin que esa persona tenga una verdadera relación con Dios.
Incluso se puede desempeñar actividades religiosas importantes sin tener la vida
de Dios.
Para ser cristiano se requiere una fe auténtica y una obra en el corazón y en la conciencia; es una decisión que tiene que ver con lo más profundo de la personalidad.
La Biblia reconoce como cristianos a todos aquellos
que aceptan las declaraciones de Dios con respecto a su estado de pecadores
alejados de él, y que a continuación depositan su confianza en Jesucristo, quien
murió en la cruz para salvarlos.
A partir de ese momento son “de Cristo” y
conocen a Dios como su Padre.
Desean agradarle, al igual que el hijo que ama a
sus padres.
También saben que después de su vida en la tierra, Jesús los llevará
con él al cielo.
Hagámonos la pregunta: ¿Soy un auténtico cristiano?
FUENTE: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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